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lunes, 29 de marzo de 2010

La cuadrilla de la Magdalena

Un grupo de once vecinos asume de forma desinteresada el trabajo de adecentar la parroquia, porque «si no hacíamos algo, esto se moría»


Por la izquierda, Manuel Ángel Fernández, Manuel Sampedro, Inocencio Alonso, Antonio Blanco, Jaime Fresno y Rosendo Menéndez. patricia fernández


MULTIMEDIA
Fotos de la noticia

Miriam SUÁREZ

La última vez que el Ayuntamiento mandó una desbrozadora a Ruedes fue «hace dos años, por lo menos». A la parroquia le resquema la memoria. Es la necesidad de atenciones municipales. Carencia que la obliga a cuidarse sola. De los cuidados de Ruedes se encargan, concretamente, once personas, todas ellas vinculadas a la Asociación de Vecinos «la Magdalena».

La cuadrilla está formada por Vicente González, Jaime Fresno, Enrique Suárez, Inocencio Alonso, Manuel Ángel Fernández, José Ramón González, Javier Mondroño, Antonio Blanco, Manuel Sampedro, Amador Solís y Rosendo Menéndez. Cada dos o tres meses se juntan para adecentar el entorno de la iglesia y del centro cívico. «Si no lo hacemos nosotros, quién lo va a hacer», lamentan.



Limpian el cementerio parroquial cuando se acerca el Día de Todos los Santos. Acondicionan la iglesia cada vez que se celebran bautizos, comuniones o bodas. Y todo apunta a que también tendrán que ser ellos quienes sieguen los caminos que están cubriéndose de maleza. «Como el Ayuntamiento no viene a desbrozarlos, habrá que reunir al Equipo A, y al B también», ironiza Manuel Sampedro, valiéndose de la popular serie televisiva.

Sampedro tiene 49 años y es pintor de automóviles. Él no reside en Ruedes, sino en la calle Eleuterio Quintanilla. Pero «estoy casado allí» y, por tanto, como si fuera de la parroquia, donde todavía viven sus suegros. El matrimonio pasa todos los fines de semana, «de viernes a domingo», en la casería familiar. «Mucho relax», comenta el miembro más joven de la brigada vecinal de «la Magdalena».

Salvo cuando toca trabajo comunal. Lo cierto es que estas once personas sacrifican mucho tiempo libre para mantener «en condiciones» la parroquia. Y ese sacrificio es completamente desinteresado. Manuel Sampedro explica que «asumimos esta responsabilidad por la sencilla razón de que, si no hacíamos algo, Ruedes se moría. Nosotros, como comprenderás, tenemos de sobra con arreglar lo nuestro. Pero te da pena que la parroquia se vea abandonada».




Inocencio Alonso, de 76 años, se muestra dolido con la Administración. Entiende que los vecinos no tendrían por qué hacerse cargo de este tipo de faenas. «Aquí avanzamos muy poco. Es más, yo creo que la parroquia está yendo hacia atrás», sostiene. Este jubilado de la Agraria, de Ruedes de toda la vida, cree que la situación que está atravesando su parroquia recuerda a «tiempos antiguos».

La rehabilitación de las antiguas escuelas de Ruedes, hoy centro cívico, también corrió a cargo de los vecinos. Inocencio Alonso fue uno de los que arrimaron el hombro en esa reforma. «Cuando metimos mano al edificio, aquello daba miedo. Estuvimos trabajando dos años y medio, mes arriba, mes abajo», asegura. «Nosotros pusimos la mano de obra y el Ayuntamiento aportó los materiales», precisa.

Se queja de que «apenas tenemos ayuda municipal». Y ni él ni sus compañeros de cuadrilla se cansan de denunciarlo. Pero también dicen que los vecinos de Ruedes se implican poco en los asuntos comunes del pueblo. «Nadie quiere responsabilidades, y eso tampoco puede ser», avisa Inocencio. «Al final, somos los más viejos los que tenemos que remanganos», prosigue.

No hay muchos brazos que quieran coger el testigo del trabajo que Manuel, Inocencio, Jaime, Vicente, Enrique, Antonio, Javier, José Ramón, Manuel Ángel, Amador y Rosendo llevan realizando durante estos últimos años. No sólo aportan mano de obra, sino también la maquinaria necesaria para realizar las labores de mantenimiento. Parte del instrumental se guarda en los almacenes de las antiguas escuelas, el punto de encuentro de esta brigada de operarios gratuita. La pregunta que muchos vecinos se hacen ahora es: ¿qué pasará cuando ellos se cansen?

EL ALMA DEL CENTRO SOCIAL DE RUEDES

El alma del centro social


Carmen Ordiales ambienta con termos de café y galletas las reuniones de los sábados para que no se pierda la única distracción que hay en la zona

A la izquierda, Carmen Ordiales sirve café y galletas a los primeros vecinos que van llegando al centro social. Sobre estas líneas, ambiente que se crea en las antiguas escuelas los sábados, a partir de las nueve. jorge peteiro

Fotos de la noticia
Miriam SUÁREZ

Ruedes tenía un bar que primero se llamó Casa Nieves y luego Miramar. Pero ese establecimiento lleva varios años cerrado, desde que se jubiló su propietaria. Para los vecinos fue como si hubieran perdido parte de su patrimonio, en el sentido de que «nos quedamos sin la única distracción que había en la parroquia». El negocio de Nieves les proporcionaba hasta un servicio dominical de peluquería. Ahora, «no tenemos nada; pero es que nada», lamenta Carmen Ordiales García.

Los vecinos de Ruedes han cogido la costumbre de reunirse en las antiguas escuelas todos los sábados por la tarde, después de la misa de ocho y media. Y Carmen Ordiales es una de las personas que más pone de su parte para mantener ese hilo de actividad. Cada sábado, esta mujer de 64 años prepara bebidas calientes y aprovisiona el centro social de galletas, «bomboninos» y cajas de caramelos. Es su forma de distraer y distraerse en una parroquia que se encuentra a 11 kilómetros del casco urbano y donde los núcleos de población están bastante dispersos.

«Yo siempre fui una persona muy alegre y muy activa. Me gustaba que mi casa se llenase de gente. Ahora que estoy pasando una racha de depresión, necesito más que nunca entretenimientos», explica Carmen Ordiales, que se crió en Ruedes, luego se trasladó a vivir a Siero y, hace unos ocho años, volvió a la parroquia. «En la zona rural, como no organices algo, acabas metiéndote en casa, sobre todo en invierno. Para mí, ir los sábados al centro social es un desahogo. Vas, sales, te mantienes ocupada, charlas con los amigos, juegas a la lotería o al parchísÉ», comenta.

Carmen, que trabajó en la Agraria hasta que se retiró, es el alma del centro social. En cuanto llega el sábado, ella empieza a preparar los termos ya por la mañana. «Pongo una potada de agua hirviendo para garantizar que estén bien calientes. Mira, llevo todos esos que ves aquí», explica, abriendo las puertas de un armario que está repleto de recipientes. Carmen templa las reuniones de los sábados con «café, descafeinado e infusiones, que también hay gente que-y gusten». Todo ello de forma desinteresada.
A la hora de limpiar y recoger, según dice, arriman el hombro «a veces unos, a veces otros». Las reuniones suelen disolverse en torno a la una de la madrugada. El centro social, donde tiene su sede la Asociación de Vecinos «La Magdalena», no vuelve a cobrar vida hasta el sábado siguiente, salvo que haya fiestas o algún acto oficial. Las mujeres de Ruedes no se cansan de repetir que «deberían organizarse actividades por semana».


Ésta debe ser una de las pocas poblaciones de Gijón donde «los vecinos no podemos hacer ni un simple curso de manualidades». Según pone sobre el tapete Carmen Ordiales, «sí que vinieron una vez a proponer una actividad, pero, para participar, exigían que estuviésemos apuntados en ese momento a la Agraria, cuando la mayoría somos jubilados». Y apostilla: «También nos dicen que aquí no hay suficientes vecinos para poner en marcha actividades. Pero yo creo que, si las organizasen, raro sería que no viniese gente de los alrededores. Lo que está claro es que, ya que somos pocos, no deberían andar pidiéndonos requisitos».


Los vecinos de Ruedes, se reúnen todos los sábados por la noche en el centro social de las antiguas escuelas, donde no se organiza ni un simple curso de manualidades.Carmen Ordiales que ambienta esos encuentros con termos de café y galletas , es una de las personas que más pone de su parte para mantener este hilo de actividad

FUENTE:LA NUEVA ESPAÑA

SITUACIÓN DE RUEDES



SITUACIÓN DE RUEDES

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Ojo, que nosotros los de RUEDES,somos contribuyentes como cualquiera y no tenemos la culpa de ser pocos».



La parroquia menos poblada
Antonio Blanco, faenando con su tractor.


«Ya estamos resignados a que no traigan un colector hasta aquí», dice Antonio Blanco. «Somos pocos y, encima, las casas están muy dispersas. Lo de siempre», apostilla. Otro tanto ocurre con los caminos que faltan por alumbrar: «Hemos mejorado mucho, qué duda cabe. Pero con el cuento de que apenas hay casas, se han dejado sin iluminar algunos tramos finales. Ojo, que nosotros somos contribuyentes como cualquiera y no tenemos la culpa de ser pocos».
De nuevas tecnologías, ni hablan. Esta parroquia, que recibió el premio al «Pueblu más guapu», no dispone, «curiosamente», ni de contenedores a los que echar la basura ni, por supuesto, de un servicio de recogida. Aunque en esta situación concreta también influye el hecho de que los vecinos no acaben de ponerse de acuerdo sobre la importancia de la reivindicación.
«En lo que sí se ha notado un cambio es en los accesos del pueblo. Y, aunque hicieron estropicios en algunas fincas, lo cierto es que asfaltaron muchos caminos. Que antes había que sacar la leche de las casas en burro», recuerdan.

Caserías tradicionales y «fines de semana» coexisten en un territorio de 3,6 km2 en " RUEDES"

Caserías tradicionales y «fines de semana» coexisten en un territorio de 3,6 km2



HORREO TÍPICO ASTURIANO


María del Carmen Rodríguez Fernández, trabajando en la casería familiar.



imagen de la iglesia de la Magdalena, de origen románico. jorge peteiro


M.S.

En contra de lo que ocurre en otras parroquias del concejo, la ganadería sigue siendo el modo de vida de muchos vecinos de Ruedes. Según datos de la asociación «La Magdalena», en la zona hay diez personas que se dedican al sector: Marcelino Álvarez, Manuel Ángel Fernández, Daniel Valdés, José Luis Rodríguez, Eva García, José Ramón González, Jaime Fresno, Manuel Nava, Manuel Verdasco y el propio Blanco. No se trata de grandes explotaciones vacunas, pero «se puede decir que aquí mantenemos la actividad ganadera».

Se aprecia a simple vista que Ruedes -con un extensión de 3,6 kilómetros cuadrados- es abundante en caserías tradicionales, que ahora coexisten con numerosos «fines de semana». Estudios oficiales estiman que las explotaciones bovinas ocupan una superficie de unas 360 hectáreas.


FUENTE:LA NUEVA ESPAÑA

LA PARROQUIA MENOS POBLADA


La parroquia menos poblada

El hecho de que ésta sea una población de tan sólo 106 vecinos ayuda a mantener intacta su fisonomía rural, pero también constituye un inconveniente para lograr ciertos servicios




Con un censo de 146 vecinos, Ruedes es la parroquia menos poblada del concejo. Circunstancia que ayuda a preservar la identidad rural de la zona, pero que también supone un inconveniente a la hora de reclamar determinados servicios. A Ruedes no llega el autobús ni la red pública de saneamiento, y la única distracción de que disponen los vecinos es un centro social que sólo abre los sábados por la tarde. Para todo les dicen que son pocos. «Ojo, somos constribuyentes como cualquiera», responden los portavoces de Ruedes, que necesitan reponer fuerzas para hacer presión.

Miriam SUÁREZ

Ruedes es la parroquia menos poblada del concejo. Una particularidad que explica muchas de sus virtudes y muchas de sus carencias. «Nos dicen tantas veces eso de que somos pocos...», responde Antonio Blanco cuando se le menciona el censo. En el comentario del vicepresidente de la Asociación de Vecinos «La Magdalena» se aprecia cierto tono de hastío, porque éste suele ser el argumento utilizado para negarles algunos servicios.

A enero de 2007, había empadronadas en Ruedes 106 personas. Las mismas que el año pasado, y diez menos que hace dos. Los vecinos están convencidos de que las estadísticas oficiales no reflejan toda la realidad de la parroquia: «Aquí vino a vivir mucha gente que sigue censada en Gijón».

La decisión municipal de ampliar los núcleos rurales liberó suelo para la edificación de viviendas unifamiliares en todo el concejo. A Ruedes, muy protegido urbanísticamente, le brindó la oportunidad de crecer. Entre 2000 y 2006, se solicitaron quince licencias de construcción en la zona, donde «acaban de venderse otras dos parcelas también para hacer casas», apunta Blanco. Este jubilado de la industria cárnica, oriundo de Picaloredo -el pueblo de Siero que hace frontera con Ruedes-, se instaló en la parroquia hace ocho años.

No se puede decir que el ritmo al que se están construyendo viviendas en la zona sea frenético. Pero a Ruedes le ha servido para ganar fuerza. «Habremos hecho media docena de socios nuevos. Y eso, para nosotros, es importante. No se trata de que esto se masifique, pero cuantos más seamos, más presión podemos hacer para conseguir ciertos servicios», sostiene Antonio Blanco. La parroquia necesita brío y brazos que tomen el testigo de la asociación vecinal «La Magdalena».

Además de ser pocos, la población, en Ruedes, está muy envejecida. «Vecinos menores de 18 años sólo hay ocho», señala el vicepresidente de «La Magdalena», traduciendo a cifras el déficit de juventud que presenta la parroquia. «Los chavales marchan para Gijón y aquí vamos quedando los paisanos de canas», prosigue.

Aunque se hayan construido nuevas viviendas, Ruedes no deja de ser una aldea. Una aldea que se encuentra a once kilómetros del centro urbano. Esa distancia la mantiene como una de las parroquias más rurales del concejo. Parroquia a la que no llega el transporte público -aunque sí el escolar-; con una actividad que se limita a la misa de sábado y las reuniones semanales en el centro social; y donde tener saneamiento público es una quimera.

«Ya estamos resignados a que no traigan un colector hasta aquí», dice Antonio Blanco. «Somos pocos y, encima, las casas están muy dispersas. Lo de siempre», apostilla. Otro tanto ocurre con los caminos que faltan por alumbrar: «Hemos mejorado mucho, qué duda cabe. Pero con el cuento de que apenas hay casas, se han dejado sin iluminar algunos tramos finales. Ojo, que nosotros somos contribuyentes como cualquiera y no tenemos la culpa de ser pocos».
De nuevas tecnologías, ni hablan. Esta parroquia, que recibió el premio al «Pueblu más guapu», no dispone, «curiosamente», ni de contenedores a los que echar la basura ni, por supuesto, de un servicio de recogida. Aunque en esta situación concreta también influye el hecho de que los vecinos no acaben de ponerse de acuerdo sobre la importancia de la reivindicación.

«En lo que sí se ha notado un cambio es en los accesos del pueblo. Y, aunque hicieron estropicios en algunas fincas, lo cierto es que asfaltaron muchos caminos. Que antes había que sacar la leche de las casas en burro», recuerdan.


FUENTE: LA NUEVA ESPAÑA